El otro yo.

Nota del autor: esta prosa poética está inspirada en el texto Borges y yo, de Jorge Luís Borges, que podéis leer pinchando en el título del mismo, en la Biblioteca Virtual Ciudad Seva. 

Javier Pavón me mira y lo que ve no es sino al otro Javier Pavón Amo. A veces me cuesta afirmar quién es el uno y quién el otro. Yo soy él y él es yo, y solo un espejo nos separa. Yo lo miro, alto, con el encrespado pelo cubriendo su cabeza, con una mueca que cambia por momentos; él me mira con desafío, con esos ojos ora castaños otrora verdosos, casi dorados si el sol los ilumina durante un periodo más o menos largo de tiempo, con su espalda ancha y recta, con su camiseta provocadora.

¿Qué quieres de mí?

Yo lo veo a él y él me ve a mí, pero ¿qué imagen tiene del otro Javier? Por momentos pienso que me cree un monstruo, cubierto de un pelaje azulado, azulino o púrpura, pero pequeño, con un limitado poder para destruir.

Yo trabajo en el hotel, sirviendo los desayunos, las cenas, poniendo buena cara a los clientes, ofreciendo salsa para su comida, otra bebida o quizás la cuenta, mientras él sigue arriba, en el espejo, maquinando su siguiente movimiento. Él es el inteligente, el escritor, el exitoso. Él es el amigo, el buen hijo, el buen hermano, el buen nieto, el buen escritor, el que gusta. Yo soy el polémico, el que está gordito, el que escribe raro y se cree superior a los demás intelectualmente, el que cada noche bebe hasta perder el conocimiento.

Él es el que sale de casa, yo soy el que vuelve.

Él es el que conoce a la gente, yo soy el que la destruye.

Él es el que merece lo mejor, yo soy el que merece lo peor.

Él es el príncipe azul que vive en mi espejo, yo soy el monstruo en su armario.

Él es el que pisa la luna, yo soy el que le aúlla cuando está llena.

Él es el de los trajes y las corbatas, yo soy el de los tatuajes.

Él es superior a mí y lo sabe. Yo soy el que crea el dolor y el que lo sufre. El otro Javier es al que adoraban los profesores, yo soy el que gamberreaba y fomentaba la rebeldía. El otro Javier es el nuero perfecto, yo soy el que va a morir solo.

Al otro Javier Pavón lo tengo maldito, pues él no puede vivir conmigo, pero tampoco sin mí. Si yo muero, él muere conmigo. Ya traté de librarlo de mí con prácticas más que peligrosas para los dos, ideando nuevos mundos y nuevas vidas, huyendo de su realidad y la mía para crear una nueva para convivir juntos, escribiendo historias que él no podría e intentando que él escribiera historias que yo no podría. Pero sus historias son mías y las mías son suyas, y ahora y siempre todo lo compartimos.

Y hoy, ahora, en este mismo momento, en que escribo esto, estoy descubriendo que no voy a estar solo nunca más, ni él tampoco, pues nos tenemos el uno al otro. Él tiene su maldición en mí, yo tengo mi única vía de salvación en él.

Vuelvo a mirar el espejo: sus ojos, ahora verdosos, me sonríen.

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