Una semana repleta de amor

Hoy es el gran día, catorce de febrero, el día de los enamorados y del romanticismo, pero en nuestro blog hemos experimentado una semana completa llena de pasiones, lágrimas, añoranzas y felicidad.

Si os habéis pasado por aquí, no habréis podido evitar enamoraros del olor a azahar que desprende «Candela«, que es sur y se hizo río, que se abrió para no cerrarse nunca más y se dio a sí misma. Lidia nos llevó dentro de ella, con sus palabras dulces y sensoriales, que se cuelan por los poros para hacerte tocarlas y rasparte los sentidos. Nos llevó no a conocer a Candela, sino a vivirla.

Seguro que sonreísteis con «Él y Ella«, mientras la rutina de cada día transcurría y os bebíais un café y escuchabais de fondo los programas del corazón hablando de San Valentín. Apuesto que sentisteis el pequeño pellizco en el estómago cuando él se da la vuelta, para hacer trizas la monotonía. Alegría sabe como mantener viva la magia cuando todo parece devorado por el día a día. Siempre hay un hueco para el amor sin caducidad.

Por supuesto, os habréis sorprendido riendo al descubrir el secreto a voces tras el relato de Óscar, que nos contó la fantástica historia de amor entre Tin y Tina. Él siempre sabe cómo enamorarnos y pintarnos una sonrisa con sus historias, cargadas de ingenio y con un final revelador. Cuentos para no dejar de ser niños que sueñan, y arrastrarnos a otras realidades, tan ciertas como sorprendentes, todo en «El cajón del desamor«.

Esperanza Torres os habrá marcado la piel con su «Geografía del dolor«, porque eso es lo que hace ella, hablar fuerte y claro, para romper el miedo. Hablar por las que no tienen voz, por las que no están, para que el silencio no gane la batalla. Con este poema no ha dejado a nadie indiferente, es la otra cara del amor.

Habréis sentido la necesidad de abrazar fuerte a «Estefanía en febrero» o en cualquier otro mes. Habréis sentido que teníais que consolar su pequeño corazón de niña aprendiendo a vivir con su caja de colores. Pero habréis sonreído porque volverá a enamorarse, con o sin pelo rojo, de otra «sonrisa llena de dientes». Porque todos hemos sido Estefanía y Marta nos ha trasladado a esa época más inocente y tibia, donde quedan los restos de nuestro primer amor.

Habréis saboreado el «Café» de Gloria, mientras os encontrabais con un espejo en alguna de sus dos protagonistas, para romperos por el centro al acabar el relato. Ella siempre nos deja un final en el que sumirnos como un pozo y que hace que pienses en lo bello de todo el camino. Y es que los amores que nacen de la amistad, son los más sinceros.

Hemos recorrido «Doscientos noventa y nueve mil kilómetros por segundo» pegados a la lírica de África. Nos ha dejado mudos y anhelando que no se acabe el viaje a nosotros mismos que nos brinda. Nos ha llevado a recorrer toda una vida e incluso galaxias enteras en unas líneas. Al lugar en el que nos encontramos con aquella persona que hemos esperado desde siempre.

Llegó también Neruda, con los versos de su «Poema XX, desde otra orilla«. Una donde la noche no está estrellada y, aún así, se extraña a un amor que no existió pero fue. Uno de los que siempre serán sin saber si han sido. Versos recitados en otra boca, con el mar rompiendo contra las rocas, para hablar del tiempo y los romances que se quedan congelados en alguna esquina donde la razón no alcanza a barrer.

Javier habla con «ella» en su «Relato 21» acerca de cómo escribir sobre el amor. Para esclarecer qué es el amor verdadero y cómo un autor puede reflejarlo. Una conversación cargada de verdades, de la parte de ti que sabe gritarte aquello que no te permites admitir. Una consecución de revelaciones que terminan con algunos vasos de Whisky.

Carlos nos habla, sí a nosotros, directamente, porque hemos visto otra vez a «Laura» y no podemos dejar de sonreír. Laura, que tiene muchos nombres y siempre es la misma. Ese amor no correspondido que nunca podrás olvidar, que te deja una huella imborrable y que llamamos por diferentes nombres, aunque todos son Laura. Con este relato, nos mira y nos llama, sin vacilaciones, a convencernos de que es imposible pero, precisamente por ello, nunca podremos olvidarlo.

Y nos despedimos con Esperanza, nuestra «chica», que nos regala una carta de amor. «Miradas» es un mensaje breve e intenso, de los que se leen con el alma y no con los ojos. Toda una declaración para terminar la semana con esa sonrisa que no sabes de dónde nace ni cuándo la llevas puesta, que provoca que el mundo sea un mejor sitio si está ese alguien especial en él. El bocado más dulce siempre debe guardarse para el final.

Gracias por enamoraros con nosotros, por recordar y extrañar, por volver a sentir, y por acompañarnos en este viaje al centro de las emociones. ¡Feliz San Valetín trambólico!

 

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