Mientras llueva afuera,
siempre estaré a tu lado.
Mientras siga la tormenta,
no creeré tus palabras,
me quedo con la sinceridad,
que ni esconder puede
tu mirada.
Que ya le gustaría al oro
valer tanto como el tiempo,
y más vale el tuyo, el nuestro,
el mío a tu lado. Mis guantes
me queman, cuando te toco
con ellos. Mis ojos
destellan cuando te miro,
como yo te miro,
como nadie me mira.
Me dices que no te quiera,
que no vales para mí,
y tus ojos me dicen: espera,
no te vayas nunca, no.
¿Qué debo creer, si
ya ni la luna me habla,
ni el jengibre me amarga,
ni el vino me gusta?
Solamente tú.
Dime qué hacer, cuando
me digo de huir
y mis pies no pueden
levantarme del suelo.
Yo ya lo sé.
Te diré que
cuando el cerebro y el corazón
se ponen de acuerdo,
no hay nada que hacer,
ni que decir,
ni que sentir,
pues la decisión está tomada.
Pásame el té,
que me quedo aquí,
para siempre,
y afuera que no pare,
que no pare de llover.