Camas sin hacer

El día en que te marchaste

los guardias forestales

quisieron arrancar la corteza de este árbol

al que los humanos llaman piel.

Aquello sangraba,

supongo que debiera ser la sabia

-o la vida-.

Miraba mi brazo derecho

y allí no había nada.

Buscaba mi pierna izquierda

y no te encontraba.

Cuando desperté me invadió la resaca,

el tsunami de tu adiós

comenzaba a inundar  la cama.

Me lo dijo este campo hostil

de almohadas y colchas,

alborotadas por el suelo.

El contestador automático.

Los gritos de los críos por el pasillo,

una toalla sin colgar en el lavabo,

La neblina aporreando la ventana.

No dejó nada tu ausencia,

lo había arrasado todo,

árboles,

piel,

sábanas,

ramas.

 

 

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