Vacíe mi rostro
en la profundidad del espejo
roto de mi memoria.
Se me cayó la piel
y las heridas
olvidaron el cuchillo.
Me vi sin cabeza
y surgieron del cuello
gusanos de ti,
buscando su alimento;
parásitos de mi identidad contigo.
Entonces volaron mariposas huecas.
Y ahora tengo una cabeza vacía
que no recuerda quién fui.
Y ahora puedo amar
completo y vacío,
sin miedo,
sin ofrecer quién soy,
a una mujer
completa y vacía,
que tampoco sabe quién es.
Y no somos pasto
para los gusanos de la memoria.
Nos amamos en la incertidumbre
de no saber quiénes somos:
Amor en el vacío.
Y aquí no hay espacio para «nosotros».
Pero estamos rendidos
a la ignorancia de lo posible.
Impresionante, estoy sin palabras Ignacio. Simplemente devastador, sincero y asombroso.
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[…] el intermitente, el sorprendente, el poeta desgarrado. Ignacio nos regaló momentos como “Los gusanos de la memoria no caben en el vacío”, y quién sabe qué sorpresas nos tendrá preparadas para el […]
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