“Porque las palabras que había oído hasta entonces […] se sentían, pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños”
Pedro Páramo
“Porque las palabras que había oído hasta entonces […] se sentían, pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños”
Pedro Páramo
La conocí por casualidad, una noche de verano. Se posó en mi ventana mientras yo fumaba un cigarro y aullaba a la luna llena. Era la más elegante golondrina que jamás había visto. Me sonrió y yo le saqué la lengua. Le pregunté qué hacía allí, tan cerca de un hombre lobo. Me dijo que le gustaban los hombres lobo. Le enseñé las garras, se rió.
Volvió a la siguiente luna llena, y a la siguiente y a la siguiente. A la cuarta esperé toda la noche a que mi golondrina llegara, pues me había enamorado de su sobriedad, de su saber hacer, de su forma de volar. No me amas a mí, me dijo a la quinta luna, cuando volvió y le confesé mi amor.
«En realidad lo que amas es la imagen que tienes de mí. Me ves volar tras los barrotes de esa ventana y anhelas poder hacer lo mismo. Ves mis negras plumas y crees que tu pelo no está al alcance de su belleza. Pero si yo vine a verte no fue para que me amaras a mí, sino porque yo te amaba a ti. Y no te amaba de verdad descubrí, sino que amaba tu forma de amar. Oigo tus aullidos a la luna desde hace meses. Solo un alma que ama de verdad puede emitir sonidos tan dolorosos y bellos a la vez, solo un alma que ama de verdad no aprendió a mirar otra cosa aparte de su ser amado. Yo solo represento las alas que deseas tener para poder llegar a ella.»