Se armó el belén

Summary: Imagina que estás en La Campana. Sentado en una mesa de la cafetería de La Campana en pleno centro de Sevilla, disfrutas de una relajante tarde, un buen café y una temperatura agradable para ser invierno. Entonces, por la esquina de la calle Sierpes aparece un hombre que atrae tu atención. Y te dedicas a observar la escena que acontece delante tuya.

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(Por la esquina de la calle Sierpes aparece ANTONIO. Es un joven de unos treinta años y de complexión delgada. Viste un delantal verde por encima de unos vaqueros y una camiseta marrón. Camina con paso lento y tembloroso cargando cinco cajas enormes de color plateado en sus hombros. De su boca comienzan a salir improperios y frustraciones)

ANTONIO: Tranquilo… Con cuidado… No pienses en nada. No es como si llevaras tus bolas y tu pescuezo en las cinco cajas cuyos picos se te están clavando en la piel. ¿Y todo para qué? Siempre soy el maldito mulo de carga, el tonto iluso lleno de buena fe en estas fechas y al que siempre estrujan como un jodido felpudo. No, seguro que a Tony no le importa… ¡Me llamo Antonio, joder!

(De la exaltación, las cajas se tambalean un poco y hacen amago de caerse. Pero ANTONIO consigue recomponerlas. De la caja de arriba sobresalen unos ovillos de lana y el principio de un par de agujas con los picos afilados hacia fuera)

ANTONIO: Uff. Madre Antonio, que la cagas. Con calma, con calma. Venga, a coger el ritmo de nuevo. Uno, dos; uno, dos; uno, dos… Macho, si es que parezco un maldito costalero llevando el Cristo. Cristo, pa’ Cristo el que me ha caído con semejante mujer. ¡Y usted que mira! ¿Qué pasa, tengo monos en la cara o quiere usted hacer su buena obra del día siendo buen samaritano?

(La MUJER DE LOS CUPONES lo mira con asco y hace un corte de mangas que ANTONIO no puede ver por culpa de las cajas y de tener que estar mirando al frente o las cajas volverían a tambalearse)

ANTONIO: Manda huevos. Si es que tan solo a esta mujer se le puede ocurrir pedirle semejante cosa a la única maruja que tiene por amiga que vive en el quinto coño. Pero claro, todo sea por los niños. Los niños, los niños. Siempre los niños… ¡Y nadie piensa en el pobre Antonio! Con lo fácil que es coger los plamovis esos y montar uno normal en casa. Pero no, que hay que dar buena impresión…

(Una MADRE con su HIJA de la mano pasan por el lado de ANTONIO y se paran en la zapatería que hay a la derecha. La niña lleva un globo rosa atado en su muñeca que bota en el aire)

ANTONIO: Si es que quién me mandaría a mí dejarme llevar por dos tetas y semejantes curvas. Que la velocidad en ese tipo de carreteras no es buena y ya se ve cómo he acabado. El cura debería ampliar su letra pequeña a “en todo lo que diga su mujer” en lugar de en la riqueza y en la pobreza. Y lo peor de todo es que soy un capullo enamorado hasta las trancas y bebo los vientos por ella… ¡Debería pedir el divorcio! (las cajas vuelven a temblar) Carajo, que al final armo aquí el espectáculo y todo en lugar de en la casa.

(Por detrás de ANTONIO aparece la MUJER sin que él se dé cuenta. Viste un delantal igual que el suyo, vaqueros y una camiseta negra. Lleva el pelo recogido en una trenza. Le da alcance y lo llama dándole una palmada en la espalda)

MUJER: ¡¿Por qué tardas tanto, so capullo?!

ANTONIO: ¡AH! (Se escucha una explosión seguida de un estrepitoso estruendo de cosas valiosas romperse)

(ANTONIO ha dejado caer las cajas del susto. En su camino, las agujas que sobresalían hacen reventar el globo de la HIJA. Al chocar contra el suelo, las cajas se abren, dejando ver un mar de trozos de cristales rotos que antes formaban figuras y una maraña de ovillos e hilos de lana que los envolvía como si fueran su ropa)

MUJER: ¡Ala! ¡Cómo no! Ya tuviste que armar el belén en mitad de La Campana. Si es que eres un bueno para nada. ¿Quién me mandaría a mí dejarme engatusar por semejante papanatas? ¡Tenía que haberme quedado con el butanero!

(ANTONIO permanece callado y se agacha para recoger los cristales de lo que queda del belén de cristal que había en las cajas. La HIJA se agacha llorando delante de él para recoger los trozos de su globo. Y entre la MADRE y la MUJER, el cuadro parece un belén viviente)

MUJER: Si es que me tienes harta. Ahora a ver qué le digo yo a la Andrea sobre las figuritas. ¡Que nos las había dejado con toda la confianza del mundo porque las nuestras están en la tienda! ¿Sabes en qué posición me pones? ¡Eres un inútil!

ANTONIO: Pero cariño… (intenta decir algo sin atreverse a levantar la cabeza de la carita del niño Jesús en sus manos)

MUJER: ¿Te vas a atrever a replicar encima? Empieza a disculparte ahora mismo con el pobre Jesús. Ah, lo olvidaba, que eres tan cobarde que ni siquiera eso sabes. Lo único que sabes hacer es salir corriendo. Siempre que intento darte un voto de confianza, la lías parda. De verdad que no sé qué me atrajo de ti. Seguramente, el alcohol tuvo algo que ver. ¡No eres más que un picha corta!

(ANTONIO se levanta de un salto y le planta cara a la MUJER. Tira el trozo de niño Jesús que tenía en las manos)

ANTONIO: Se acabó. ¡Juro por lo más sagrado que pido el divorcio!

MUJER: ¿Qué has dicho, cariño?

ANTONIO: Que en seguida recojo el pifostio.

(ANTONIO sigue recogiendo los cristales en absoluto silencio mientras su MUJER sigue soltando rayos y truenos sobre su persona)

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Escrito por Alegría Jiménez

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